miércoles, 29 de agosto de 2007


ELLOS TAMBIEN MUEREN.

No conocía a Antonio Puerta. Ni mucho ni poco. Les he perdido el rastro a las estrellas hace ya unos años por culpa de los cromos que dejé de coleccionar y el reflejo informativo de las estrellas mediáticas que no dejan espacio para las demás. Pero gracias a los partes médicos y a las necrológicas que ahora bucean en el pasado del pobre chaval ya tengo suficiente para saber que se trataba de un tío sanote, un buen lateral, enterarme del pasado sevillista de su abuelo y del gol que llevó a su equipo a la primera final de la UEFA. Lo que viene después me interesa menos. Cada televisión administra su información de manera parecida y bastan media docena de detalles para hilar un culebrón con un desenlace fatal. Se comienza por la salida del campo caminando tras el primer desvanecimiento, se meten las comparecencias del equipo médico y cuatro tetsimonios chusqueros y se deja para el final la traca del asunto, las lágrimas de Del Nido, la afición arropando el sepelio y el recuerdo de aquel gol acompañado del victimismo que alumbra las mejores ideas, la suspensión del partido, el minuto de silencio, la cabecera del telediario o la estatua de turno, la calle, el nobel de la paz.

Lástima que todo sea tan real. No hay tiempo para ver la diferencia. Todo pasa tan deprisa que pronto nadie se acordara del pobre chaval.

martes, 14 de agosto de 2007

TOCA EMIGRAR.
La diferencia entre participar de la fiesta o ser un simple espectador se mide en grados de descontento, ansiedad, histeria y mala leche. Ayer ya se escuchaban a lo lejos los ruidos que avecinan la llegada de la aste nagusia y como cada penúltima semana de agosto no hace falta que nadie me recuerde mi destino, como a las cigueñas que huyen de los campanarios en invierno buscando el sol, muy lejos de aquí, donde no quede ni resto de los putos cortes de circulación, el me cierro esta calle porque me sale de la polla, el olor a chistorra del bar de Homer, como le llamamos mi novia y yo, un tipo entrañable durante el resto del año, justo el tiempo que no está detrás de las brasas jodiendo el aire que respira al vecindario, la música de fondo, las peñas, el olor a putrefacción del día siguiente alrededor de las casetas, entonces recuerdas a Homer y su chistorra con nostalgia, los macarras supervivientes del desmadre y sus trazas de infectados a la altura de la calle San Francisco, camino del curro a las nueve menos cuarto de la mañana, vagos de los cojones. Todo eso, servido en una copa, con un limón y una paja y unas gotas de detergente, es el maravilloso coctel de la semana grande. Que la disfruten.

domingo, 12 de agosto de 2007


UN MES AL SOFÁ.

Un minuto de silencio por el triste descanso de Carlos Rexach. La fama no te deja tranquilo, es mentira eso que dicen quienes se acostumbran a convivir bajo pautas de normalidad con el continuo soniquete del rumor, el embarazo y el noviazgo frustrado en el cogote. Ni siquiera creo que Barbara Rey se haya acostumbrado. No hay más que ver lo que mal que envejecen ella y Angel Cristo, en la eterna disputa por el trono de la caida libre hacia la comercialización de sus exclusivas y las de sus tres próximas generaciones, a quienes van a dejar ya bien colocados, acordándose de sus muertos. Pues eso, qué mierda la popularidad. Estás cenando un sabado de agosto en compañía de la mujer y unos amigos, compartiendo una tapas y una botella de vino y te despiertas con la espalda jodida durmiendo en el sofa, y esto es sólo el principio, dice tu mujer cabreada, pedazo de cabrón, que parece que no le ha sentado bien el domingo, treinta años más tarde que alguien te explique por qué tienes que pagar tú solito las consecuencias de media docena de polvos y armarte de paciencia en explicar las misma mierda de excusas que hace nada pensabas que habías olvidado. Pobre Charly.

sábado, 11 de agosto de 2007


VENENO EN LA PIEL.

Hoy me he hartado a ver tatuajes en la playa. En realidad, ya llevo años alucinando con la colección de escorpiones, serpientes, corazones rosas y símbolos tribales que se marca la peña y con los cojones y las ganas que le echan, que una cosa es cambiarse de camiseta y quemar tus discos y otra muy distinta es la obligación de ponerse este peso encima y asumir la militancia en una moda de manera tan imperecedera, que da pena de pensar en toda esta gente dentro de unos años. Antes decían los puretas de esto que detrás de cada tatuaje había una filosofía por descubrir a la que nunca pude acceder. Desistí a la visión de la segunda macarrada, la cara de Lady Di, el biceps de Maradona o de Pipi Estrada. Ahora solo veo un negocio en expansión que se encargará de ponerle lejía o cómo se llame a tanto desproposito, que nadie sepa lo que te dio por hacer hace unos años, aquellos veranos tan locos, vaya, que no deje huella de la serpiente o la corona de espinas. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Y el que no tuvo la suerte de acertar con la filosofía de la tinta, también.

miércoles, 8 de agosto de 2007


ME CASARÉ CUANDO ME ENAMORE.

Soy consciente de que acabo de cavar mi propia tumba, lo siento Fran, pero la idea de que vengas a tocar a mi boda no es tan mala como la de que te pongas detrás de los platos y nos amenices la velada, que supera la anterior y a muchos estoy seguro de que les hará olvidar el trago de escuchar en vivo cualquiera de esas perlas que sólo valoramos cuatro, una mancha de mora sólo con otra se quita y a veces necesitas tomarte varios tragos seguidos de distintos venenos para que el gusto del primero sea sólo un lejano recuerdo de aquel primer lingotazo que tuviste la desgracia de probar. Cuento con varios locos más en mi barco, con los dedos de la mano. Nadie valorará mi proeza y encima me arriesgo a que me tomen por subnormal. Por qué uno es tan raro, señor, con lo fácil que hubiera sido abrir la cartera y hacerme con David Bustamante o el pelanas de Pereza. Tengo un mes para convencerlos a todos o para asumir la idea del fracaso, eso sí, con romanticismo, el de los barcos sin honra y que me dejen bailar tranquilo.

domingo, 5 de agosto de 2007


INFECTADOS.

Ahora ya no hace falta esperar tanto, antes de las veinticuatro horas ya puedes tropezarte con los infectados de la película de Danny Boyle a la salida de cualquier fiesta, al cruzar Arriondas, por ejemplo, acercarte a ellos, perderles el miedo, compartir una garrafa de calimocho o unas pastis y comparar los últimos gritos en amortiguadores. La pandemía que pronosticaba la película era ésta. Peor que una plaga bíblica: una caravana que se pierde indefinidamente en el tiempo y que te confunde los sentidos hasta el punto de que al tercer día de conducir a 10 por hora, mete segunda y para, los capullos del focus rojo meando en la cuneta, uno ya no sabe si está en el infierno o es que la guardia civil ha prolongado más de la cuenta sus vacaciones. Dentro de cuarenta años, los archivos que recuerden el Descenso del Sella hablarán primero de una fiesta deportiva y de un brote virico de origen desconocido que pronto se expandió sin resistencia entre las clases más debiles, los gilipollas. Luego lo harán de los cuentos de Borges y rastrearán en las escrituras para buscar una explicación en algún fenómeno parecido, un bucle macabro del que ya no habrá forma de salir ni en las areas de servicio, el peor castigo, atrapado en la autopista con tanto tarado.

miércoles, 1 de agosto de 2007


NECESITAMOS A GARNETT.

Pienso en voz alta: a lo mejor no es tan malo. Y si resulta que por una vez Danny Ainge no se ha equivocado y dentro de un año nos hartamos a hablar todo lo que se lleva en estos casos, del éxito y de las corazonadas, el despelote padre, y nadie recuerda los lamentos ni los augurios más cenizos que ahora lloran la marcha de Al Jefferson como si fuera el mismísimo Bill Russell. Eso es. Quien dice que lo que necesitamos en estos momentos no sea un golpe de efecto parecido, juntar un par de estrellas y animarse un poco, choca esos cinco, que ya está bien de posponer la recuperación a la madurez inconclusa de tanta estrella de tercera, proyecciones truncadas, talentos que un día salieron de casa a por tabaco y a la vuelta no la metían inexplicablemente ni a dos metros. Los resultados de los Celtics llevan cayendo en barrena desde hace veinte años. El que Garnett, Ray Allen o Kareen Abdul-Jabbar sean capaces de alterar la trayectoria a estas alturas ya deberia de traer sin cuidado a cualquiera que por revivir un mísero de los dieciseis títulos no sea capaz de vender el parquet del Garden, los colores de la camiseta. Luego ni te cuento lo que yo haría con Jefferson, Green o Telfair. Si la transición interrumpida que se acaba de romper con este traspaso no desentona con lo que hemos visto en los últimos veinte años, que alguien me diga dónde está el riesgo. Yo, la verdad, no veo el problema.