UN MES AL SOFÁ.
Un minuto de silencio por el triste descanso de Carlos Rexach. La fama no te deja tranquilo, es mentira eso que dicen quienes se acostumbran a convivir bajo pautas de normalidad con el continuo soniquete del rumor, el embarazo y el noviazgo frustrado en el cogote. Ni siquiera creo que Barbara Rey se haya acostumbrado. No hay más que ver lo que mal que envejecen ella y Angel Cristo, en la eterna disputa por el trono de la caida libre hacia la comercialización de sus exclusivas y las de sus tres próximas generaciones, a quienes van a dejar ya bien colocados, acordándose de sus muertos. Pues eso, qué mierda la popularidad. Estás cenando un sabado de agosto en compañía de la mujer y unos amigos, compartiendo una tapas y una botella de vino y te despiertas con la espalda jodida durmiendo en el sofa, y esto es sólo el principio, dice tu mujer cabreada, pedazo de cabrón, que parece que no le ha sentado bien el domingo, treinta años más tarde que alguien te explique por qué tienes que pagar tú solito las consecuencias de media docena de polvos y armarte de paciencia en explicar las misma mierda de excusas que hace nada pensabas que habías olvidado. Pobre Charly.
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