domingo, 5 de agosto de 2007


INFECTADOS.

Ahora ya no hace falta esperar tanto, antes de las veinticuatro horas ya puedes tropezarte con los infectados de la película de Danny Boyle a la salida de cualquier fiesta, al cruzar Arriondas, por ejemplo, acercarte a ellos, perderles el miedo, compartir una garrafa de calimocho o unas pastis y comparar los últimos gritos en amortiguadores. La pandemía que pronosticaba la película era ésta. Peor que una plaga bíblica: una caravana que se pierde indefinidamente en el tiempo y que te confunde los sentidos hasta el punto de que al tercer día de conducir a 10 por hora, mete segunda y para, los capullos del focus rojo meando en la cuneta, uno ya no sabe si está en el infierno o es que la guardia civil ha prolongado más de la cuenta sus vacaciones. Dentro de cuarenta años, los archivos que recuerden el Descenso del Sella hablarán primero de una fiesta deportiva y de un brote virico de origen desconocido que pronto se expandió sin resistencia entre las clases más debiles, los gilipollas. Luego lo harán de los cuentos de Borges y rastrearán en las escrituras para buscar una explicación en algún fenómeno parecido, un bucle macabro del que ya no habrá forma de salir ni en las areas de servicio, el peor castigo, atrapado en la autopista con tanto tarado.

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