miércoles, 8 de agosto de 2007


ME CASARÉ CUANDO ME ENAMORE.

Soy consciente de que acabo de cavar mi propia tumba, lo siento Fran, pero la idea de que vengas a tocar a mi boda no es tan mala como la de que te pongas detrás de los platos y nos amenices la velada, que supera la anterior y a muchos estoy seguro de que les hará olvidar el trago de escuchar en vivo cualquiera de esas perlas que sólo valoramos cuatro, una mancha de mora sólo con otra se quita y a veces necesitas tomarte varios tragos seguidos de distintos venenos para que el gusto del primero sea sólo un lejano recuerdo de aquel primer lingotazo que tuviste la desgracia de probar. Cuento con varios locos más en mi barco, con los dedos de la mano. Nadie valorará mi proeza y encima me arriesgo a que me tomen por subnormal. Por qué uno es tan raro, señor, con lo fácil que hubiera sido abrir la cartera y hacerme con David Bustamante o el pelanas de Pereza. Tengo un mes para convencerlos a todos o para asumir la idea del fracaso, eso sí, con romanticismo, el de los barcos sin honra y que me dejen bailar tranquilo.

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