Ahora se lleva eso mismo. Acompañar al equipo en bermudas y animar con el cubata en la mano, justo detrás de la canasta. El valor del que rompió las normas y se atrevió a hacer el payaso en primer lugar, mucho antes que viniera con sus maracas el indio del Racing, un poco después que Gaspart, no tiene precio. Me despertaba ternura ver su cara al perder. Adivinar detrás de aquélla mirada el camino de vuelta de su frustaciones y pensar en los días posteriores al fracaso, durmiendo mal en compañía de alguna putilla, despertándose a media noche, imaginando proyectos, mucha pasta, y maldiciendo su suerte. Parecía que Mark Cuban nunca iba a conseguir el anillo. Supongo que éste es el premio a la perseverancia, el reconocimiento a su jeta. El destino tiene un acreedor menos con la victoria en las finales de los Mavs. Hablan mucho de Nowitzki y Kidd. Yo hubiera preferido celebrarlo con él.
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