miércoles, 4 de noviembre de 2009

VAMOS A JUGAR A OPERACIÓN.
En ese momento, hace años, en el que dejé de seguir Hospital Central, la serie abandonó el drama por la comedia y permitió que consiguiera el sueño de ejercer la medicina todo-quisqui. Todavía me tropiezo la serie sin querer, para eso vale la televisión de pago, que te la colocan como una piedra gigante en medio de la carretera, justo en la salida de la curva, esperando que te metas la torta y te asalten las reflexiones en voz alta sobre algunas de las razones que entonces me empujaron a dejar de verla.

Mis preferidas son estas dos:
-no soporto a los médicos que se plantan con los brazos en jarra delante del paciente. Eso o con los brazos cruzados, las manos en los bolsos o sin poder disimular que su trabajo como actores de la serie no les impide tener siempre algo útil que hacer, en lugar de limarse las uñas o pasar la tarde en la pelu.
-las apariencias importan. Por aquí han pasado médicos más o menos dignos. La deriva en las últimas temporadas es, en cualquier caso, peligrosa. Si Eloy Azorín, Ana Obregón, Pablo Carbonell o la Cerezuela pueden operar a corazón abierto, con los brazos en jarra, fumándose un celtas, nada impide que otros, Risto o Rafa Mora, en un futuro, lo hagan también.

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