miércoles, 18 de noviembre de 2009

OPEN, PLEASE.
Todos los libros autobiográficos, sin excepción, interesan más por lo que provocan que por lo que simplemente cuentan. A fin de cuentas que Agassi pasara por la farmacia antes de los partidos era algo que todos podíamos sospechar. Yo conozco tíos de más de treinta años que no son capaces de ganar un grand slam, no restan tan rápido anticipándose al golpe de esa forma y, encima de todas las desgracias, ya no pueden siquiera salir dos noches seguidas de marcha. Entonces qué me estais contando. Por eso decía que el caso es que todos, desde los de Pilar Urbano a aquel relato entrañable que Julianín escribió sobre su madre Carnima Ordoñez, siempre el polvo que remueven una confesión o unas memorias no es comparable a la calidad literaria ni a las virtudes del autor. En el caso de Open, la de Agassi, algunos han querido ver incluso la quinta temporada de Lost y tirar de la cuerda para preguntarse qué habría pasado con mi vida en otro caso, culpando a Agassi de los pecados propios y haciéndole responsable de los males del mundo y del futuro que sus actos malignos consiguieron evitar. Sergi Bruguera reclama, por ejemplo, el oro de Atlanta ´96. Cuántos nos acordabamos todavía de su plata. Como si no fuera castigo suficiente la humillación pública y el arrepentimiento.

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