Daniel Monzón tiene que haber visto Prison Break. También se lo debe de haber pasado pipa viendo Con Air. Se imaginaba a Luis Tosar en el papel de Cirus el Virus y todo ese desfase en la carcel de Zamora y se rechupeteaba los dedos. Debió de adelantarse por unas décimas a León de Aranoa y a Zambrano, que son otros dos directores a los que también les pirra la temática yanki y las palomitas, y que hubieran dado un brazo por dirigir todo esto. Y se tropezó con una historia que le permitía la posibilidad de pasar por el pasapuré todo el asunto y dejar que esa misma historia quedara a un lado de lo que de verdad tenía intención seria de contar. Aquí no falta nadie. Sobresalen los apellidos con denominación de origen (Almansa y Utrilla son mis preferidos), el gigantón de Sama y Guelito, otro que llevaba años esperando la oportunidad de caracterizar a un chulo de putas encarcelado con acento mangui sudaca. No pasa una noche sin que me acueste y piense en los males del mundo y rece un padrenuestro por la franja de Gaza y los padres de Dafne Fernandez.
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