No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que pisé GINO´S. La llegada de los centros comerciales a aquella civilización fue recibida entonces como la del hielo a Macondo, era algo inaudito manejarse entre tanta oferta que luego te das cuenta que el propio tiempo te lleva a depurar. Me acuerdo mejor de otras cosas, la primera carta, de aquellas tardes de los sábados o del tamaño exacto de sus raciones. Luego conocí otros mundos del mismo sistema solar. Madrid, Zaragoza, Valladolid, Vitoria o Barcelona. Y ahora algo falla. La ensalada cesar se ha reducido a la mitad. Pero los precio siguen subiendo. Y me jode que los contables de esto sean quienes adivinen mis apetencias, calculen mis ganas de comer y se permitan anticiparse al resto de mis decisiónes. Porque no se les debería de olvidar que al final de todo el proceso soy yo quien tiene la última palabra y la sabia posibilidad de mandarlos a tomar por el culo cuando me canse de soportar lo evidente, que no me chuleen más, y de asistir al nuevo plan de ahorro que cambia los palitos por aceitunas y pretende escatimarme cuatro hojas de lechuga como si les fuera la vida en ello. Que a lo mejor. Ratas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario