Cuando me quiero poner triste lo tengo fácil, siempre acudo a los discos de Mus. En la campaña de promoción aseguran que el último no lo es tanto. Pero yo no veo el giro al cachondeo por ninguna parte ni adivino intención de convertir aquello que antes era un funeral en una fiesta, así que insisto con ellos. Y lo uno me lleva a lo otro. Y el deseo antecede al temor que me produce escuchar algunas de aquellas canciones, integrarlas en su contexto o imaginar cómo fueron gestadas, el proposito o el impulso creador, Fran Gayo o Lluz Divina, los mineros de Spielter o la Memoria inexacta del carnaval que recordó Xuan Bello. En las ensoñaciones siempre hay un lugar para invocar la nostalgia y un sitio entre las tinieblas para tropezarse con las caras de la gente mayor, los abuelos, todos los que hace tiempo dejaron de estar con nosotros y a los que uno pone cara junto a tal o cual historia que un día nos empezaron entre vacilaciones machaconamente a contar.
Y eso le está pasando ahora a mi novia. Que mira para otra parte y rechaza mis consejos sin saber que el dolor aun no le ha permitido fabricar un hueco al olvido y que todavía es pronto, pero no desesperes, llegará el día en el que para recordar lo desgraciada que fuiste y refrescar aquellas lágrimas acudas a los primeros discos de Mus y maldigas el día en el que sin enterarte ellos ya se habían separado.
Y eso le está pasando ahora a mi novia. Que mira para otra parte y rechaza mis consejos sin saber que el dolor aun no le ha permitido fabricar un hueco al olvido y que todavía es pronto, pero no desesperes, llegará el día en el que para recordar lo desgraciada que fuiste y refrescar aquellas lágrimas acudas a los primeros discos de Mus y maldigas el día en el que sin enterarte ellos ya se habían separado.
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