La cocina de autor. Eso es. Yo en una boda comí un timbal de rape con frutas y frutos que era de foto. De sacar el movil y rular la instantanea entre los amiguetes. Mirad, chavales. Mirad el timbal. Los que cambiaban estampitas en las ciudades, los mismos que te vendían una opción de compra sobre la catedral de Barcelona o el Alcazar a un precio muy comodo hace unos años, se pasaron luego al negocio de los fogones y recalentaban la comida y la partían en trozitos muy pequeños. Porque el truco era que la porción fuera indivisible, como el átomo, y su cualidad no admitiera aprovechamiento por turno.
En el hijoputa del timbal (que además nos enroscó un postre que se llamaba choco-canela) pensaba el otro día cuando comía en el Akelare. Como si fuera el resultado inevitable de una especie de evolución. De foto estaban aquéllos platos. Había un chino con una reflex que le ocupaba media mesa. Pedro Subijana se da una vuelta a los postres hablando con la gente. Está en Igeldo, destrás del monte, y merece la pena. Nada que ver.
En el hijoputa del timbal (que además nos enroscó un postre que se llamaba choco-canela) pensaba el otro día cuando comía en el Akelare. Como si fuera el resultado inevitable de una especie de evolución. De foto estaban aquéllos platos. Había un chino con una reflex que le ocupaba media mesa. Pedro Subijana se da una vuelta a los postres hablando con la gente. Está en Igeldo, destrás del monte, y merece la pena. Nada que ver.