Les dio por Eurovisión, era previsible. Consiguieron hacer ministro a Pepe Blanco y creyeron que era todo posible, Gundisalvo presidente, y reproducir con una sinfonía orquestada de pedos el himno de la alegría. Son insaciables. Cualquier cosa. La gracieta ha durado suficiente. El tiempo justo para llenarse los bolsillos con los mensajes de sms y salir corriendo, creerse unas semanas los más listos y encima terminar clamando justicia, atribuyéndose el papel de víctimas en un juicio donde su lugar debería de estar apartadito en una esquina junto al de la parte demandada. Por aprovecharse de la gente disminuida como ella, incapaz de comprender el sentido pleno de sus actos. Y de los que allanaron antes el camino y les soplaron la brillante idea, que ni siquiera es propia, plagiadores sin verguenza, que ni puta gracia.
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