No quiero desaprovechar la ocasión que me da la Academía al recibir este premio de agradecer a mis padres y a mis hijos la confianza que han depositado siempre en mi. Cuando era un tarambanas sin rumbo y ahora mismo, convertido en el más guay de la galaxia. Al director de producción, al responsable de vestuario y al que nos llevaba aquellos sandwichs tan ricos en los descansos de los rodajes. A todos ellos, mi sincero respeto. Y no puedo terminar de otro modo mi discurso, recomendando la lectura del Sumario y de todas y cada una de sus piezas separadas del macrojuicio de la casa de campo, las diligencias previas, el escrito de conclusiones y la literatura barata que se ha escrito profusamente desde entonces. Que mi voz retumbe en esta sala como el llanto de todas las víctimas para recordar al responsable de los Tedax, Juan Jesús Sanchez Manzano. A la perito que tuvo a su lado cocinando entonces los analisis. Al comisario Santano, el del ácido bórico. Al alferez Victor y al inspector Parrilla. La fiscal Olga Sanchez. A Hernando, Manolon, Carlos Toro, Mario Gascón. A todos esos confidentes incomprendidos que sólo cumplieron ordenes y a los jefes policiales que hicieron su trabajo a su manera, siempre con el mandato de un superior. De toda esa enorme chapuza cocinada por las fuerzas y cuerpos de seguridad es un pedazito de este premio. Si pudiera fragmentarlo, como que no habría trozos.
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