Ahora ya se acaban. Pero cada año llegan y siembran de cotidianeidad la semana con la misma historia. Los encierros comentados por especialistas. Las moñas sin control. El recuerdo a la habitación donde Hemingway se liaba sus petas o se inspiró para camelar luego con palabras a alguna camarera. No molestan ni transpiran. Inoloros para ver por la tele o seguir en la radio. Salen las reporteras con el pañuelo al cuello y las tias se suben a hombros de maromos a los que no conocen para enseñar las tetas. Parecen las estampas de los calendarios de artis mutis, pintores con el pie. Qué hariamos todos sin los sanfermines.
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