El tiempo que tardas en darte una vuelta y regresar y te encuentras con una nueva interfaz y el mundo hecho una mierda. Nada es como recuerdas antes. El país, la clasificación de primera. Los discos ya no son tan buenos ni los programas de la tele cuentan nada interesante. La distancia entre pestañear y mirar a otro lado y echar mano del mando a distancia de la tele se mide en grados de sorpresa y extrañeza. Hay veces en las que me apetece colgarlo. Otras produce ternura comprobar que el mercado aun tiene sitio para gente como Mario Vaquerizo y permite que escriba un libro, haya editores que le rían las gracias y aun sobre tiempo para perderlo viendo sus aventuras. Como si esperaramos que a lo mejor tuviera que pasar algo interesante, una vuelta de campana en esa autocaravana que los lleva a todos camino de Las Vegas, un suicidio colectivo o un disco de despedida. La definitiva. Y que no haya terceras partes.
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