viernes, 8 de abril de 2011

LA TORMENTA PERFECTA.
(Nacho Vegas en el Kafe Antzokia)

1. En algún momento de su carrera, todo artista tiene que resignarse y prepararse para escuchar frases poco complacientes. Toca. Se repite mucho, dicen unos. Ha perdido la inspiración. La música brota a rachas. Te estás amariconando. Esto último se ha dicho de todo quisqui. Se amariconó la música de Ron Sexsmith, por motivos obvios, pero también la de John Zorn o Steve Albini. Siempre hay un punto de la carrera marcado por la inflexión del amariconamiento, al que se llega a involuntariamente porque se trata de evitar precisamente lo otro, caer en la repetición fácil y buscar la inspiración como se puede, y mira que te están esperando con la rebaja. Nos has fallado.
2.- Nacho no se quita la chaqueta en todo el concierto. Hace vestir de negro a su banda (la habitual, la de siempre, él habla de la trama asturiana cuando presenta a Abraham, Xel, Luis y Manu) pero si uno se detiene en los detalles pronto ve que las camisas y los chalecos no son un ejemplo ortodoxo de combinación ni buen gusto. Los trajes de Nacho siguen siendo de saldo, de ésos que brillan, la chaqueta demasiado amplia. El resto va a su bola, como puede. Pero tocando es otra cosa.
3.- Caen ocho canciones de su último disco. Recupera Hablando de Marlene y Canción desde palacio. Un guiño a la historia. Se pone locuaz en los bises y se inventa una historia inspirada en un sueño. La gente está entregada. Podría tirarse un pedo, pienso. No sorporto los mecheros (a eso se deben de referir los que hablan insistentemente del amariconamiento de sus últimas canciones), la gente que habla durante la actuación y los que mueven acompasadamente la mano como si estuvieran en Woodstock o en la penúltima gala de O.T.
4.- Hoy toca de nuevo en Vitoria. Le quedan algunos más. El mes de mayo le vuelvo a ver en Durango. Seguro.

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