Sin quererlo me han puesto sobre la pista. Que si el infierno existe, debería de ser algo muy parecido a esto. Esas tardes interminables, con treinta grados a la sombra, sin nada más provechoso que hacer que espantar las moscas con la cabeza e imaginarse cochinadas. Un bucle infinito incrustado a golpe de maza dentro de la eternidad que todavía te queda por delante. Hay que joderse que todavía quede por ahí gente que lo ponga en duda. Pues claro que existe. Si el diablo tiene rabo o lleva un traje de neopreno es lo de menos. No se me ocurre ningún otro sitio del que preferiría estar más lejos.
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