La tarea de buscar piso es dura de cojones. Ayer acompañé a Pablo todo el día. El sentimiento de frustracion pronto supera el de la angustia que te produce comprobar que los precios de la primera inmobiliaria no son más altos que los de la segunda y que ésta hace buena los que vienen después, que pensabas inocentemente que ya no se podían superar, cuando comienzas a levantar las alfombras de los estudios de treinta metros y la necesidad te empuja a rebuscar debajo de los anuncios clasificados más cutres. La situación está jodida. En la desgracia el mercado genera un tejido bacterioso que se alimenta de la desesperación y siempre encuentra razones para ser optimista incluso ante los motivos más tristes. De uno de esos microorganismos unicelulares salía un morito, iba descojonándose de risa, advirtiéndonos a voces de lo que comprobaríamos después. Una lección de modernidad. Ahora hay agencias que esperan a ver 250 euros sobre la mesa para ponerte en contacto con los propietarios de los pisos, que es una manera de no mover un dedo si no hay indicios de responsabilidad y de racionalizar el cachondeo. Porque claro, nada de sacar el contrato de allí para echarle un vistazo en casa, con calma y con las gafas de ver de cerca. Y las cuentas, como siempre, a Juan Ramón Lucas y al Maestro Armero. Devuelveme mi señal, pedazo de hijoputa. Dónde está Mercedes Milá cuando la necesitas?
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