Herman Dune en el Antzoki.
Han pasado tres semanas. He vuelto a escuchar varias de sus canciones. Casi todas las del último disco, Strange Moosic, ése que presentó entonces acompañado de su banda y reclutando a los chicos de The Wowz para los coros. Una gozada. Y he escuchado muchas más cosas. Ha llovido a mares. He padecido el rigor del cierzo y en estos dias he visto también a mi equipo tirar dos puntos en el descuento con la ligereza del niño que escupe un chicle en la calle o sopla contra el viento. Pero no me puedo olvidar de Herman Dune y busco la manera de hacerle un hueco a final de año en las listas. El mejor concierto, la mejor canción. Que no se me olvide lo que pasaba por mi cabeza sentado en el Antzoki aquella noche de jueves. Nadie posa con tanta naturalidad como él. Sobreviviendo al hype y a los anuncios de cerveza, combatiendo sin querer contra el establishmente que le quiere poner la etiqueta en la espalda de cantautor folkie del año. Muy alto. No llegan.
Han pasado tres semanas. He vuelto a escuchar varias de sus canciones. Casi todas las del último disco, Strange Moosic, ése que presentó entonces acompañado de su banda y reclutando a los chicos de The Wowz para los coros. Una gozada. Y he escuchado muchas más cosas. Ha llovido a mares. He padecido el rigor del cierzo y en estos dias he visto también a mi equipo tirar dos puntos en el descuento con la ligereza del niño que escupe un chicle en la calle o sopla contra el viento. Pero no me puedo olvidar de Herman Dune y busco la manera de hacerle un hueco a final de año en las listas. El mejor concierto, la mejor canción. Que no se me olvide lo que pasaba por mi cabeza sentado en el Antzoki aquella noche de jueves. Nadie posa con tanta naturalidad como él. Sobreviviendo al hype y a los anuncios de cerveza, combatiendo sin querer contra el establishmente que le quiere poner la etiqueta en la espalda de cantautor folkie del año. Muy alto. No llegan.
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