miércoles, 5 de octubre de 2011

KATARINAHISSEN.
No tiene nada que ver con la casualidad. La casualidad son otras cosas. Tropezarte en un puticlub con tu jefe o lo de las historias de Julia Roberts. El caso es que El Premio es una de mis películas favoritas. De siempre. La ponían en la tele y me quedaba embobado viendo como puteaban a Paul Newman. Crecí obsesionado con el inexpresivo rictus de Darani y con el encanto de Elke Sommer. Hay un grado de voluntariedad forzada que impide hablar de casualidad a que el sábado haya comido en el restaurante del Katarinahissen, el mirador que domina la parte sur de Estocolmo, al pie de Soderlmann, desde donde el escritor que interpretaba Newman acabó zambuyéndose en las aguas del Báltico. Hay unas vistas espectaculares, puedes subir en ascensor o hacerlo por detrás de la colina, a través del Mosseback, que es una plaza que se llena de flipadillos los fines de semana. El restaurante no está mal, Erik Gondolen se llama, pagas por las vistas y por darte el capricho de imaginarte a Andrew Craig caminando por sus mismas escaleras, antes de recibir el Nobel. Yo estuve allí, podré decir cuando la vea.

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